* Breve descripción sobre la historia de la institución (quiénes la fundaron, hace cuánto, quiénes la integran hoy, su sede, objetivos y fines de la misma).
La pionera se encuentra en el Gran Buenos Aires, Avellaneda precisamente y se trata ni más ni menos que la ONG PELOTA DE TRAPO, fundada por Alberto Morlachetti.
Y hace 26 años, en Bahía Blanca nacía CASA DEL MENOR EN
Y hablo de utopía como ideal, como SUEÑO DE BARRILETE, majestuoso, imponente allá en lo alto, artesanalmente construido, pensado. Y abajo, deseado y finalmente disfrutado por ese niño al que se le ha brindado la oportunidad de vivir.
Lo que no es poco: OPORTUNIDAD DE VIVIR.
Quienes fueron los mentores de este SUEÑO, si bien tuvieron como fuente de inspiración a la vieja PELOTA DE TRAPO, tuvieron la osadía, la valentía de pensar un proyecto que rompía a mediados de la década del ’80, con la metodología de la “desaparición”. Y hago referencia al término DESAPARICIÓN literalmente según lo que
Si retomamos la definición de DESAPARICIÓN, que coincidentemente formó parte de la metodología llevada a cabo por la dictadura militar, y para un país como el nuestro, “crisol de razas” (habremos escuchado esta frase alguna vez), no hay peor cosa que acostumbrarnos a que en nuestra geografía haya DESAPARECIDOS y SOBREVIVIENTES. Este juego de palabras que nos duele o que al menos debería dolernos, por lo que históricamente representan, para muchos son simplemente eso, palabras que pertenecen a nuestro vocablo castellano.
Para aquellos que pensaron SUEÑO DE BARRILETE en 1985, como les decía, y los que tuvimos el honor de continuar su obra, partieron de la premisa que la metodología del ocultamiento, del encierro, de la desaparición (tomando en cuenta la Ley de Patronato que por entonces regía los destinos de “niños pobres” en la Provincia de Buenos Aires) debía desterrarse como ideología para el abordaje de la problemática de chicos en situación de calle, de trabajo infantil. Debíamos hacer visible lo que otros se empeñaban en ocultar.
Para esto, el rol protagónico debía ser del niño y su familia, indefectiblemente. Y desde entonces nuestra metodología de trabajo fue y es netamente inclusiva. No podíamos ni debíamos erigirnos ya como jueces ante esa pequeña historia de vida, sino como PUENTE.
Por entonces la modalidad de trabajo giraba en torno a un Centro de Día, el cual estaba abierto los 365 días del año en el horario de 6:00 a 22:00 hs., y a través del cual los aproximadamente 30 chicos que allí concurrían en forma voluntaria, recibían atención en algunas necesidades básicas (alimentación, higiene personal, atención médica, recreación, diferentes talleres, etc.). Funcionábamos en una dependencia del Hospital Leónidas Lucero, específicamente sobre calle Bravard; la particularidad era que la provisión diaria de los alimentos tanto para el almuerzo como la cena, nos la proveía la cocina del mismo hospital y la comida por ende, era la misma que estaba en el menú de cada día para las personas internadas en dicho nosocomio.
La captación de los chicos en situación de calle, era generada por aquellos niños que participaban del Programa, quienes transmitían sus vivencias generando expectativas a otros pares, invitándolos a participar también de la experiencia.
Hasta principios de la década del ’90, las modalidades visualizadas de trabajo infantil en nuestra ciudad, tenían tres (3) formas principales: lustra botas – venta de diarios (canillitas) y mendicidad.
En sus inicios el plantel estaba compuesto por el Equipo Técnico (dos Trabajadoras Sociales, una Psicóloga y un Coordinador) y cuatro referentes adultos a cargo de la atención directa de los niños.
Con el correr del tiempo y las vivencias más las necesidades que fueron apareciendo, se fueron dando variables en la metodología de trabajo. Tal es así que en el año ’94 se produce la primera reforma importante dentro del Programa, incorporando la figura y la metodología del Operador de Calle como columna vertebral del mismo.
Ya desde el año ’89 nuestra sede está en calle Pueyrredón 157, donde a su vez funciona el Centro de Día y al que asisten diariamente de lunes a viernes 45 chicos entre los seis (6) y los dieciocho (18) años en horarios contrarios a la concurrencia escolar y de acuerdo al nivel educativo en que cada uno se encuentra.
Dentro de las modalidades de trabajo infantil que desde Sueño de Barrilete abordamos a partir del trabajo de los Operadores de Calle, tenemos mendicidad, recolección de basura para posterior reciclado y aprovechamiento, cartoneo, lavado de coches, limpia vidrios, venta ambulante de diversos productos, participación en espectáculos callejeros, trabajo en mercados, entre otros.
Obviamente la tarea que se despliega a partir del contacto con un niño en situación de calle, involucra a diferentes referentes en la vida del mismo, directos o indirectos. Es decir, desde la propia familia, escuela, clubes barriales, salas médicas, etc. y con el principal objetivo que es precisamente el de ofrecer alternativas que permitan modificar, suplantar la condición de trabajo infantil por actividades que favorezcan su inclusión.
En el año 2008, y a partir de la implementación el año anterior, de la Ley 13298 de Promoción y Protección de Derechos del niño, adolescentes y jóvenes que plantea la corresponsabilidad como una de las herramientas que posiciona a la sociedad organizada en su conjunto y en la que cada uno tiene no solo la posibilidad sino la obligación de hacer su aporte en la dirección de contrarrestar la situación de vulneración de derechos en la que se halla un niño/a, sentimos que debíamos estrechar fuertemente vínculos con la institución Escuela. Al respecto, creemos que la escuela no sólo debe cumplir con su función educativa formal dentro de un horario pre establecido para el logro de su objetivo, sino que debe cumplir con un fin social más amplio, contenedor para con aquellos niños que hoy están dentro de sus aulas como para con aquellos adolescentes y jóvenes que han pasado su niñez por las mismas.
Debe ser un espacio ampliamente aprovechado para trabajos de grupo, charlas, capacitaciones, para expresiones culturales, artísticas a través de las cuales se genere un sentido de pertenencia hacia la escuela. Con esto no queremos decir que las docentes deban ampliar su espectro de trabajo específico, sino que aquí es donde consideramos que diferentes efectores y más aún pertenecientes al Estado (Municipal como es nuestro caso), debemos acercarnos y hacer un aporte complementario, acorde a la función y a los objetivos institucionales.
Esto fue, de alguna manera, la idea impulsora para comenzar a incursionar dentro de las aulas y teniendo como base del trabajo, los Derechos del Niño.
Y el terreno y el tiempo propicio nos ubicó desarrollando la prueba piloto en
El nivel de apertura, de colaboración y participación por parte de directivos, equipos técnicos y docentes en ambas escuelas permitió coronar el proceso de comunicación y participación con los niños.
Actualmente y con la misma receptividad, la experiencia la estamos llevando a cabo en la Escuela N° 48, y pensamos acompañar el proceso de integración entre los niños que asisten en Sala de 5 del Jardín 949 y la misma Escuela (para quiénes no conocen, ambos establecimientos se encuentra uno al lado del otro), realizando algunos talleres con los más pequeños.
Es para destacar que las clases-taller se llevan a cabo en todos los cursos en ambos turnos de cada escuela, siendo adaptadas al año correspondiente, considerando las edades de los niños, obviamente. Esto implica a los operadores un trabajo artesanal previo importante, dado que en dichas clases, pretendemos que los chicos participen activamente y para esto, lo que implique además de la palabra elementos desde lo lúdico, lo artístico, actividades plásticas, es maravillosamente recepcionado por ellos.
En el Centro de Día de calle Pueyrredón, entre todas las actividades como la de apoyo escolar, tenemos como objetivo despertar en los chicos todo su potencial expresivo. Para esto, los Referentes Adultos utilizan diferentes herramientas por medio de talleres adecuados y adaptados a las necesidades de los chicos y de acuerdo a sus edades.
Continuando con este contexto cultural, de educación no formal, pero que apunta a descubrir en los propios chicos toda la capacidad creativa, de investigación y reflexión, desde el año 2004 el Boletín EL OMBÚ, otra de las alternativas que ofrecemos a adolescentes y jóvenes, llega a más de 50 escuelas, hogares de ancianos, bibliotecas populares, instituciones que abarcan distintos enfoques metodológicos con niños en situación de vulnerabilidad y público en general.
Al respecto de EL OMBÚ, estamos buscando empresas que apadrinen a cambio de publicidad nuestras ediciones, permitiéndonos de esta forma, una mejor calidad de impresión gráfica. Además, a partir de contar con quien nos solvente los gastos de gráfica, la idea es lanzar una suscripción anual absolutamente accesible, con el objetivo de que los jóvenes que participan del Consejo Editorial puedan recibir un incentivo económico para solventar gastos personales mínimos.
Otro de los talleres destinados a adolescentes y que funciona en nuestro Centro de Día de Pueyrredón 157 y al que los chicos han bautizado con el nombre de “Gepetto”, se confeccionan juegos didácticos en madera destinados a niños de jardines de infantes.
Este proyecto se inicia a partir de un Programa de la provincia conocido como PROYECTO ADOLESCENTE, que en nuestra ciudad beneficiaba a más de 800 adolescentes y jóvenes incorporados a diferentes talleres, y que hace dos años atrás, desde la gobernación decidieron la discontinuidad en toda la provicnia, determinando su baja.
Volviendo al taller “Gepetto”, hoy estamos al igual que con el boletín EL OMBÚ, procurando el soporte económico que viabilice e incentive a los jóvenes para que el producto llegue a los más chiquitos.
Los niños que realizan algunas de las actividades anteriormente señaladas, tienen dificultades para ir o permanecer en la escuela.
Perpetúa el círculo de la pobreza.
Perjudica, obstaculiza e impide el desarrollo físico, mental, espiritual y social del niño que lo realiza.
Tienen limitadas sus posibilidades para jugar y descansar en los lugares apropiados.
Se exponen a espacios y situaciones de constante riesgo y vulnerabilidad.
Pierden su autoestima.
Enfrentan conflictos de adaptación social y traumas.
Independientemente de este aspecto, sí notamos desde hace unos años un mayor compromiso por parte de los vecinos de nuestra ciudad en lo concerniente a estar atentos, preocupados al detectar la condición de vulneración de derechos en la que pueda encontrarse un niño, y ante la duda requieren nuestra intervención.
Con respecto a proyectos por cumplir, creo que en lo inmediato están prioritariamente los dos que involucran a la etapa etaria de los adolescentes y jóvenes y que ya mencionara durante la entrevista: el Boletín El Ombú y el taller “Gepetto” de confección de juguetes y juegos didácticos en madera.
Obviamente los resultados obtenidos con todos ellos tuvieron sus matices, y con algunos no supimos o no pudimos encontrar la llave que abriese la puerta adecuada para franquear el paso a un camino más esperanzador. De cualquier manera partimos de la convicción que si nuestra entrega esta sazonada por el afecto, en algún punto un brillo de esperanza aparecerá.
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